“El arbitraje vale, lo que valen los árbitros”. Esta es una frase que expresa la importancia del rol de un árbitro en un proceso arbitral. Así, las partes (y sus abogados) se sentirán satisfechos por haber elegido al arbitraje, como la forma para resolver sus conflictos, si éste ha sido conducido, según determinados estándares de calidad, incluso con independencia del resultado. Entre las conductas del árbitro que son valoradas positivamente, destacan las siguientes:
1. “Meterse al caso” desde el inicio
Un error que muchos árbitros cometen consiste en analizar el caso, recién al momento de laudar. Lo recomendable es hacerlo desde el inicio. Así, antes de la primera audiencia, el árbitro debe haber analizado, al detalle, todos los escritos postulatorios e, inclusive, debe tener un proyecto del laudo con el resumen de las posiciones de las partes y las actuaciones arbitrales desarrolladas hasta esa fecha. Ello le permitirá en la audiencia:
– Formular preguntas para aclarar los hechos imprecisos.
– Contrastar las posiciones de las partes. Es muy común que las partes, en sus escritos, omitan pronunciarse sobre aspectos que
no le favorecen. Por ello, la audiencia será la ocasión ideal para provocar dicha confrontación.
– Solicitar pruebas necesarias para resolver la controversia y que no han sido aportadas por las partes.
2. Celeridad
La celeridad es el corazón del arbitraje. Es, en la mayoría de los casos, la razón, por la que las partes deciden recurrir al arbitraje para resolver sus controversias. El árbitro tiene un rol central en dicha labor. Se debe identificar las prácticas dilatorias de las partes y desincentivar su uso. La fijación de un calendario procesal desde el inicio del arbitraje es una práctica que promueve la celeridad. De ninguna manera se puede suspender el curso del arbitraje por la inactividad del árbitro. El árbitro es el encargado de impulsar el proceso arbitral.
En la práctica, debido a que algunos árbitros tienen a su cargo muchos arbitrajes, se descuida la celeridad. Por ello, antes de aceptar un nuevo arbitraje, uno debe ser honesto consigo mismo, y preguntarse si tiene la disponibilidad para atender, como corresponde, un nuevo arbitraje. Felizmente, en mi práctica arbitral, he conocido a árbitros que no han aceptado conformar un Tribunal Arbitral por no contar con el tiempo suficiente para ello.
No se debe confundir la celeridad con una respuesta apresurada y sin la revisión de, por ejemplo, los proyectos de resoluciones que envían los secretarios arbitrales. Las decisiones contenidas en las resoluciones son responsabilidad de los árbitros, por lo que el apoyo que brindan los secretarios arbitrales debe ser revisado de manera diligente por el árbitro. Hay que buscar un equilibrio entre la celeridad y la minuciosidad en la revisión del caso arbitral.
3. Especialidad
Un árbitro debe conocer las reglas y principios del arbitraje, pero ello no es suficiente. Además, debe ser especialista en la materia sobre la que versa la controversia: inmobiliario, contratación estatal, consumidor, etc. Uno de debe ser honesto consigo mismo sobre sus limitaciones. Antes de asumir el rol de árbitro, se debe formular la pregunta: ¿estoy capacitado para decidir en única instancia esta controversia? Recordemos que, una vez emitido el laudo, no habrá otra instancia que pueda resolver sobre el fondo de la controversia.
La independencia e imparcialidad del árbitro, desde el inicio hasta el final del arbitraje es otra característica necesaria en un proceso arbitral. Si actuamos de la manera descrita, contribuiremos con el desarrollo del arbitraje en nuestro país y, además, con el mejoramiento del sistema de justicia; de lo contrario, afectaremos a la institución arbitral, y el mercado se encargará de sacar una tarjeta roja al árbitro.